Llamas, J.M.
3 de sep de 20171 min.
Actualizado: 1 de may de 2021
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Dedicado a la época de crisis en la que cae una civilización,
en particular la nuestra.
Ríen las sacas, sacan la sangre sin freno,
llueve lo seco, guían los ciegos a ciegos.
Sed de infinito, postrándose ante esqueletos
de almas vacías, pozos hirviendo veneno.
Mustias ideas,
brillos sombríos,
humos en venta,
llenos vacíos.
Voces silbantes, nanas de poder corrupto
matan los sueños: alzan, riendo, los puños.
Yacen extremos, revolviendo el lecho juntos,
sobre los pobres, besando un horror inmundo.
Nada gobierna,
reina el hastío.
Nubes de piedra,
abrigo frío.
Ubres sin leche, hienas que lamen las sobras.
Jardines secos, viejos en parques de bolas.
Pobre riqueza, rica miseria que asola
cuando lo vacuo despliega sus garras torvas.
Crecen barreras
entre individuos.
Surgen fronteras
donde hubo asilo.
Nadie se fía, todos comparten desechos.
Los que manejan definen qué es malo y bueno.
Nada se mueve mientras se hunden los cimientos,
solo lamentos de melancólicos quietos.
Abro la cerca
llena de espinos.
Más allá esperan
nuevos caminos.
Ando de noche,
mis pies cansados:
sigo al que es libre,
sigo sus pasos.