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Esta es la séptima aventura (su cuarta, si tenemos en cuenta la unión de sus cuatro narraciones más cortas en "Garbeos Malaguitas"), narrada en forma de autobiografía, de L, el vampiro malagueño, y su amiga MC, que fue la que lo convirtió en nospheratu. Esta vez, ya con más de cuarenta años, aunque ambos aparenten veinticinco, tienen una idea muy curiosa: quieren crear una agencia de investigación para poder ayudar, como detectives, a gente de las afueras de la vida.
Pero una cosa es la teoría, y otra, la vida real. El primer caso que les llega será de lo más insólito, y les hará tener que poner todas sus cualidades en juego.
Una novela que sazona la literatura detectivesca con un poco de crítica social, humor, mordacidad, romanticismo, drama, ironía, crudeza, referencias culturales, musicales o cinéfilas, esperanza, fe y mucha acción, con algún que otro experimento literario curioso incluido.
Aquí está su índice, con algunos guiños a la cultura popular del autor presentes en la obra.
Capítulo 1. El cuarentazo.
Capítulo 2. El Cuervo.
Capítulo 3. El cliente.
Capítulo 4. El lugar de los hechos.
Capítulo 5. Los hechos del lugar.
Capítulo 6. El Racimo.
Capítulo 7. Los profesionales.
Capítulo 8. La currante prometida.
Capítulo 9. Varios de los nuestros.
Capítulo 10. El pirata Roberts.
Capítulo 11. La malvada bruja y sus monos.
Y aquí van también los primeros párrafos, un aperitivo de lo que puedes encontrar en la novela completa, que te puedes descargar en .epub o .pdf de forma gratuita. Bienvenidos de nuevo al mundo de L, el vampiro.
De Málaga Málaga.
Capítulo 1. El cuarentazo.
Málaga, a cuarenta de mayo del año en curso, dos mil ciento dieciocho. Era un anochecer del mes de febrero, pongamos por caso, de aquel ya vetusto año dos mil dieciocho, hace ahora una centuria. Nuestra aventura comienza con una vuelta a la vida. Y no, no es excesivamente extraño teniendo en cuenta que esto ocurre cada jornada en la existencia de MC y el que les habla, L. Es una de esas estrambóticas condiciones que forman parte del día a día de nuestra dilatada enfermedad: en vez de dormir, se puede decir que morimos, porque nuestro corazón de vampiro late, dormidos o despiertos, a un ritmo inexistente.
Por tanto, abrí las compuertas de mis globos oculares con la misma torpeza del último cuarto de siglo, justo desde que, como narré en mi primera aventura, se hubiera producido mi conversión a nospheratu unos años después de que MC, compañera adolescente de estudios, hubiera tenido la escalofriante idea de hacerme paladear su sangre hasta el desmayo, no por amor eterno, sino por simple compasión y porque, qué demonios, la adolescencia es así de impulsiva. Si espera que ahora le describa la maravillosa experiencia cuasi orgiástica que supuso la presencia de su mortal fluido vital en mi garganta, comprendo su decepción: no guardo absolutamente ninguna memoria de aquel momento, y no es, como podrá figurarse, por falta de ganas. Así que pasemos a otra cosa...