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A ti, que abres este libro con ese cosquilleo de quien pretende encontrarse con lo nuevo, te doy la bienvenida y las gracias: yo, que escribo, soy absurdo sin ti, que lees.
En estas páginas vas a encontrar dos tipos de escritos diferentes, pero complementarios. Todos tienen como tema de fondo la figura de María, y todos pretenden ayudarnos a que nos encontremos mejor con ella, a quererla más, a oír con algo de tino el latido de su corazón.
La primera parte es una serie de doce monólogos escritos para unos encuentros de inicio de curso de las comunidades parroquiales claretianas de la ya extinta provincia Bética, con el propósito de ayudar en diversos momentos de oración y reflexión. Por tanto, están hechos para meditar algunos textos bíblicos a estilo ignaciano, es decir, que pueden servir como “composición de lugar” para la oración personal o de grupo. Son doce escenas bíblicas revisitadas desde el punto de vista de personajes inusuales, que nos pueden ayudar a imaginar el contexto para, así, centrar la meditación.
Y también, por supuesto, se pueden leer para simplemente echar un buen rato literario, a veces divertido, a veces emocionante, a veces duro y dramático, dependiendo de cuál sea la escena. Elige tú la manera en la que quieres leerlos: tienes en ellos los elementos suficientes, y el libro es tuyo…
Los doce monólogos están pensados como tres series de cuatro.
Los primeros cuatro reflejan actitudes de María, que se ven en escenas concretas: el día de Pentecostés, la Anunciación, la visita a Isabel, y las bodas de Caná. Las cuatro actitudes son la esperanza, el amor, el “subir a la montaña para servir” y la alegría.
Los siguientes cuatro reflejan vivencias radicales de María, que recogen momentos esenciales y ciertamente difíciles de su vida y los expresan con la paradoja como clave fundamental: el nacimiento de Jesús, la huida a Egipto, la infancia del Hijo de Dios y su muerte en la Cruz.
Y los últimos cuatro monólogos tienen como línea de base los principios fundamentales del papa Francisco (que él define como «para la paz social», pero aplica también a la construcción del pueblo de Dios, es decir, de la Iglesia). Así, en lo que van diciendo los distintos personajes, pero sobre todo en lo que María va desgranando a través de sus actitudes y sus palabras, podemos descubrir qué significa que «el tiempo es superior al espacio», que «la unidad prevalece sobre el conflicto», que «la realidad es más importante que la idea», y que «el todo es superior a la parte, y a la mera suma de las partes». Normalmente dentro del monólogo se ofrecerá la contraposición entre los dos extremos de cada principio, quedando claro que el valor superior lleva consigo la entrega de la vida en el seguimiento de Cristo.
Estos cuatro últimos monólogos están situados en momentos diferentes de la vida de María: la presentación del niño Jesús en el templo, la escena en la que los familiares del Señor intentan hablar con él, el juicio ante Pilato, y la vida de la primera comunidad eclesial tras Pentecostés.
En cada monólogo se aclara, tras el título, la escena concreta reflejada en el texto, la actitud, la paradoja o el principio de base del papa Francisco junto a la cita de la Evangelii Gaudium (que se nombra por sus siglas, EG) y, por último, la cita del Nuevo Testamento a que se refiere.
La segunda parte de la obra, tras estos doce monólogos, es una novela corta, María de las Afueras, con siete capítulos, que se puede llamar “apócrifa”, es decir, que es una manera diferente de contar lo que aparece, o no aparece, en el Evangelio. En este caso se trata de los primeros capítulos de Lucas, pero vistos fundamentalmente desde la perspectiva de San José y de la Virgen, y con un lenguaje juvenil y, por decirlo de alguna manera, más cercano a las Afueras existenciales que a ciertas formas pías de concebir “el camino de Belén”. He querido, en fin, expresar lo que se ve en el comienzo del Evangelio con el estilo de un narrador callejero que cuenta las cosas como si estuviera comiendo pipas en la puerta de la casa de la vecina chismosa de Nazaret.
En cuanto a las dos imágenes que aparecen en la página anterior al inicio de cada una de las dos partes de esta obra, una de María y otra de la Sagrada Familia, son del escultor Artwell, de Zimbabwe, y las he querido colocar ahí (y en la portada del libro) como un símbolo de lo que significa el propio título: María de las Afueras. Porque es en las Afueras del mundo donde la personalidad y la vida de esta impresionante mujer se refleja, me parece, de forma más cercana y más perfecta.
Espero que estas narraciones te alegren, te ayuden a comprender mejor el corazón de María, te emocionen y te hagan pasar un buen rato de lectura, que es la primera y fundamental intención de este pobre escritorzuelo de tres al cuarto.
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