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  • Foto del escritorLlamas, J.M.

Campeones. Javier Fesser, 2018

Actualizado: 18 feb 2021


Intro. Soy un fan de Javier Fesser. Me gusta todo lo que ha hecho, desde «Aquel Ritmillo» (1995) hasta «Javi y Lucy» (2000), desde «Invictus» (2013) hasta «Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo» (2014), desde «Camino» (2008) hasta «El milagro de P. Tinto» (1998), desde «El secdleto de la tlompeta» (1995) hasta «Binta y la gran idea» (2004)… Precisamente por eso, pensaba que sería difícil que me sorprendiera.

Pues seguramente era difícil, pero lo ha conseguido. «Campeones» es, sin duda, para mí, la mejor película del año, no solamente española, sino la mejor que yo haya visto. Y he visto alguna que otra.

No solo tiene una dirección impecable, sino que todo en ella es natural y, al mismo tiempo, es parte de una estructura en la que cada momento está en su justo lugar. El guión es una maravilla, una auténtica montaña rusa en la que se pasa de la risa incontrolable a la emoción más tierna o el drama puro y duro. No me dio la impresión de que faltara o sobrara nada. Y eso sin hablar de las interpretaciones, de una calidad cinematográfica solo superada por la humana: uno de esos ratos de cine en el que no se puede salir del asombro, la estupefacción, la fascinación a lo largo de todo el metraje. ¿Quizás estoy exagerando? Puede ser. Pero, sinceramente, yo creo que no.

Lo que cuenta. Marco es un entrenador profesional de baloncesto egocéntrico y altanero, y eso le lleva a una crisis múltiple, personal, con su mujer, en su trabajo y, cómo no, con su madre, harta de tenerlo en casa. Al final, tras una noche de borrachera, acaba delante de una jueza, que lo condena a realizar servicios sociales entrenando al equipo de baloncesto de la asociación «Los Amigos», cuyos jugadores son personas con discapacidad intelectual. Al comienzo le cuesta la misma vida aceptar su labor, ya que el grupo es todo menos un equipo. Pero, poco a poco, va descubriendo que algo está cambiando en su existencia, en la medida en que se va tomando más en serio su tarea y el grupo de jóvenes se va convirtiendo en su familia.

Los valores. Resulta difícil resaltar un valor en concreto de esta cinta, ya que se puede decir que es en sí misma un valor. Desde luego, una de las tentaciones en las que se puede caer fácilmente al rodar con un grupo de gente con discapacidad intelectual es la de manipular al espectador, convirtiendo el guión en un monumento ideológico o en una oda a lo lacrimógeno. Pues bien, Fesser hace todo lo contrario: deja que los protagonistas sean ellos mismos, y que muestren precisamente aquellos valores que nuestra sociedad normalmente esconde y manipula. Se puede destacar, así, una serie de características que brillan especialmente en «Campeones».

  • Lo primero: no trata de hacer que los protagonistas “caigan bien”. Simplemente, los muestra tal y como son. Y es precisamente esa capacidad la que acaba por conquistar, porque en la película se descubre lo que en la vida real saben quienes conviven con una persona con síndrome de Down, o con alguna de las otras discapacidades que se muestran en la cinta. Su sencillez es una lección de vida en medio de la complicación absurda de la existencia actual.

  • En segundo lugar, hay, como consecuencia, una crítica feroz a ciertos valores actuales que personifica el protagonista, Marco, interpretado de forma magistral por Javier Gutiérrez: egocentrismo, búsqueda del triunfo, incapacidad de mirar más allá de sí, cerrazón ante la vida, tendencia a la supremacía y a mirar a los demás por encima del hombro, individualismo…

  • Por tanto, hay un camino claro, que tiene que hacer Marco, pero que también tiene que hacer nuestra sociedad, y que, por tanto, se plantea al espectador, desde esas tendencias egoístas hacia una fraternidad incluyente, que acepta a las personas tal y como son, y que, de alguna manera, pone las cosas del revés. Marco, el gran entrenador, se ve obligado a entrar en el mundo de los descartados de nuestra sociedad, y a mirar la vida desde sus ojos. La escena del autobús es, además de tronchante, un claro espejo de este cambio que se dibuja en el film: por un lado, la gente “normal”; por otro, el equipo de «Los Amigos», y, justo en medio, Marco. Y el que está viendo la película, claro.

  • Otro valor realmente asombroso, en los días que corren, es la apuesta clara por el sí a la vida. También en esto el protagonista hace un camino duro, que comienza con la separación de su mujer, por no querer tener hijos. De una forma sutil, pero muy manifiesta, también en esto Javier Fesser nos pone cabeza abajo.

  • Hay algunos críticos que han acusado la cinta de “manipuladora”, quizás porque plantea realidades y valores que hoy en día no están “de moda”, ni se quieren, desde luego, mostrar. Yo creo que en realidad sucede completamente al contrario: la ideología actual es la manipuladora, sin duda, y cintas como esta son un dedo acusador ante, por ejemplo, la eliminación eugenésica de la que, claro está, no se habla, pero que se está aplicando de una forma tan sutil como cruel. La frase que aparece en el tráiler, «A mí tampoco me gustaría tener un hijo como nosotros; lo que sí me gustaría es tener un padre como tú. Y muchísimas gracias por todo», es un aldabonazo social muy contundente.

  • Por último, y procurando no hacer “spoilers”, la escena del último partido, y el final de la película, son realmente maravillosos. Es el culmen de ese raro don que tiene Javier Fesser: poner la sociedad del revés, y mostrar que la bondad está precisamente ahí. En ninguna de sus cintas anteriores, exceptuando «Binta y la gran idea», lo había logrado tan perfectamente como en esta, a mi parecer.

En fin: hay que ver obligatoriamente «Campeones». Se debería animar especialmente a las familias y a los jóvenes a verla, y a dialogar después. Porque, y esto forma parte del milagro del cine, resulta que una peli que apuesta por el puro riesgo en lo que cuenta, y en cómo lo hace, está batiendo récords en taquilla y luchando con bombazos mundiales de tú a tú.

Quizás es que el ser humano no es tan chungo como nos quieren hacer creer, y sigue soñando con la bondad, aunque en el día a día nos cueste la misma vida. Como a Marco.

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