Intro. Muy pocas veces me ha pasado que una película basada en un libro me haya sorprendido para bien, y solo recuerdo una que, al terminar de verla, me hizo decir: “me ha gustado más que el libro”. Se trata de Drácula, de Bram Stoker, una terrorífica historia de redención, según la cinta de Francis Ford Coppola, que en el original de Bram Stoker se queda solo en una muy buena novela de terror, inferior, para mí, a Frankenstein de Mary Shelley.
Algo parecido me ha pasado con Ready Player One. Leí la novela de Ernest Cline no hace mucho tiempo, y me pareció una interesante reflexión sobre el nuevo modelo de sociedad que se está vislumbrando, una sociedad en crisis que utiliza el mundo virtual como escape, además de un intenso e inmenso homenaje a la cultura pop de los años 80 y 90. Una novela con muchos aciertos, casi profética, y también con bastantes espacios faltos de tensión precisamente en el contexto donde debería estar la perla de la historia: Oasis, el mundo virtual en el que tiene lugar la batalla central. Creo que la parte más excitante de la novela es, paradójicamente, la que ocurre en el mundo real.
La película, bajo mi punto de vista, elimina esos espacios de puro friquismo ochentero sin relación directa con la historia, simplifica la búsqueda del “Huevo de Pascua” escondido por el multimillonario creador de Oasis, James Halliday, y conecta el mundo virtual, al que prácticamente toda la humanidad está enganchado, y el real de un modo más dinámico y acertado que el libro, además de dar más importancia al interior del alma del creador del universo virtual, abriendo una interesante reflexión acerca de la libertad, la fraternidad, la manipulación o la esencia insustituible del mundo real. Además, las referencias cinéfilas me parecen mucho mejores que algunas de las del libro, sobre todo esa épica escena central dentro de… y hasta ahí debo escribir. En fin: definitivamente, es la segunda vez que puedo decir que una película es mejor que la novela en la que se basa.
Esto no lo puedo decir, por supuesto, de forma totalmente objetiva, porque con Spielberg, como con Burton, Coppola, los Coen o Kubrick, no puedo ser objetivo: me suelen gustar hasta sus fallos más garrafales. Es lo que tiene el amor… Sin embargo, hay varias claves que creo que hacen esta película diferente. Veamos primero qué cuenta, y después cuáles son estos puntos que creo importantes.
Lo que cuenta. Estamos en el año 2045. El mundo se ha vuelto un lugar inhóspito en el que, tras varias crisis globales y la escasez de combustibles fósiles, la gente sobrevive como puede, sin más, evadiéndose en un universo virtual global creado, a comienzos de siglo, por el excéntrico James Halliday: Oasis. Este conjunto casi infinito de mundos tiene una regla fundamental: ha de contener las menos reglas posibles, porque ha sido creado para la gente. Wade Watts es un adolescente que pasa la mayor parte de su vida dentro de Oasis, eligiendo como avatar el nombre Parzival. Un día James Halliday muere, pero antes ofrece su fortuna y el destino de su empresa al ganador de una elaborada búsqueda de un “Huevo de Pascua” a través de tres llaves escondidas dentro de los rincones más inhóspitos de su creación. Wade se unirá a otros jugadores, entre ellos Aech, su mejor amigo, o Art3mis, de la que está virtualmente enamorado, para defender la utopía de Oasis frente a IOI, una poderosa corporación que quiere hacerse con su control, y que está dispuesta a lo que sea, en el universo virtual o en el real, para ganar el premio.
Los valores. Partamos de que la película pertenece al cine de acción y aventuras, dentro de la ciencia-ficción. Por tanto, no podemos tratar de encontrar en ella una sesuda reflexión sobre la vida, el mundo o el futuro. También hay que estar dispuesto a disfrutar con las más variadas y sorprendentes referencias a las cultura pop dentro de los diálogos, en la banda sonora y, sobre todo, en el interior de Oasis: desde el Delorean de Regreso al Futuro hasta King-Kong; desde los luchadores de Street Fighter hasta Ciudadano Kane o Qué bello es vivir; desde el Gigante de Hierro hasta Ultraman o Chucky; desde el Halcón Milenario hasta la moto de Akira o el Batmóvil, y así miles de guiños imposibles de descubrir en un primer visionado.
Teniendo todo esto en cuenta, hay ciertos valores que me parecen muy interesantes en esta película, y que van más allá de estas características propias del cine palomitero de evasión, algo muy común en Spielberg: nos cuenta una historia de aventuras, acción a mansalva y efectos especiales alucinantes, pero deja una segunda lectura bajo los personajes, en el fondo de las escenas, en el contexto, en las conclusiones en forma de moraleja de cuento clásico o en la misma forma de filmar, que hacen que haya que estar muy atento no solo a lo que cuenta, sino, sobre todo, a cómo lo cuenta. Valgan como ejemplo Inteligencia Artificial, Parque Jurásico, E.T., Hook o Encuentros en la Tercera Fase, por poner solo algunos títulos suyos que han influido en la historia del cine. Vamos, pues, con los valores.
En primer lugar, Wade Watts, el protagonista, es un joven que vive claramente en las Afueras de la sociedad. En un bloque de caravanas, con su tía, ya que es huérfano de padre y madre, y sufriendo la violencia de los “novios” de esta; refugiado en un mundo virtual para escapar del real, pero sin perder de vista la realidad; con sueños esperanzadores, pero con la imposibilidad de mirar al futuro con esperanza; con un corazón grande, pero sin la posibilidad de poner en juego sus valores… hasta que un hecho inesperado lo cambia todo. Aquí, sin duda, podemos ver la situación de muchos jóvenes de nuestra sociedad, a los que tantas veces criticamos como indolentes, pero a los que no damos oportunidad de mostrar lo que llevan dentro de sus almas. Un toque de atención a los que ya no somos jóvenes: ¡contemos con las nuevas generaciones, porque, sin duda, valen mucho, aunque sus valores sean diferentes a los nuestros!
En segundo lugar, hay tres puntos que merece la pena resaltar. Son las grandes tentaciones de siempre, que aquí se ven de un modo nuevo, pero que podemos reconocer sin mucho esfuerzo: la imagen, la riqueza y el poder. Las tres se muestran tanto en el mundo real como en el virtual, las tres emplean su seducción para esclavizar al ser humano, y las tres son incapaces de llenar las ansias de infinito que anidan en el corazón del joven Wade Watts, Parzival dentro de Oasis. Resultan muy certeras las tres escenas en las que se le presentan estas tentaciones, en forma del vestido, la promesa de dinero a cambio de la rendición, o la firma de un contrato que daría el control sobre todo Oasis.
Otra clave de la película es el hondo sustrato bajo la búsqueda de las tres llaves y el “Huevo de Pascua” que ha dejado James Halliday tras su muerte, ya que en los sucesivos lugares donde se ocultan estas pistas se ve reflejada, como en un espejo, el alma del creador del universo virtual, y el mismo camino se convierte en una vía de redención del multimillonario soñador, al que habrá que acompañar hasta el fondo de sus más profundas heridas para alcanzar el premio final. Esto pertenece a la estructura de la novela, pero Steven Spielberg le añade un icono que hace referencia a su propia historia, parecida, sin duda, a la de Halliday, y que brilla como una llave de interpretación de todo el film y una súplica de redención por parte de “rey Midas del cine”: se trata de Rosebud, el trineo de Ciudadano Kane, que significa la inocencia perdida, y que juega un papel esencial en la cinta, apareciendo en momentos cruciales. A mí particularmente me ha parecido una de las referencias más magistrales.
Una reflexión que me parece importante es la relación entre el mundo virtual y la realidad física. Aunque la película se desarrolla, en su mayor parte, dentro de Oasis, y comienza con una crítica feroz al mundo real, que está sumido en una etapa crítica de la historia, poco a poco el joven protagonista, guiado por el difunto creador del mundo virtual, nos va sacando de la ensoñación de la utopía para señalar al mundo real no solamente como el lugar donde se decide el futuro, sino también como el contexto de la lucha por la vida. Son muy expresivos, además de magníficos, los cambios de foco, desde Oasis a la realidad y viceversa, que muestran la importancia de lo que se juega en ambos mundos, así como la perfecta composición del interior de Oasis, donde los avatares y los mismos mundos tienen una imagen cercana a la realidad, pero nunca se terminan de confundir con ella. Quizás esta ha sido una de las críticas que ha recibido la cinta, “se nota el CGI dentro de Oasis”, pero a mí me parece una de sus mejores cualidades. Una de las frases más lapidarias que aparecen, y que se puede considerar su clave, es "La realidad es real", o, en palabras (apócrifas) de Groucho Marx, "la realidad es el único lugar donde se puede conseguir una comida decente", un buen resumen del espíritu del film.
Concretando esto, los cinco jóvenes protagonistas están descritos con unas características muy cercanas a los jóvenes actuales, y sus relaciones son, teniendo en cuenta que estamos en un film de aventuras y no en una película dramática, profundamente sinceras, divertidas y, hablando de Wade Parzival y Samantha Art3mis, salpimentadas con un genial toque de romanticismo adolescente. Asimismo, la correspondencia entre sus avatares dentro de Oasis, mundo en el que cada uno puede elegir edad, rostro, sexo o tendencia, y sus personas reales es curiosamente clara.
Un último punto que merece la pena destacar, aunque no se puede concretar porque sería un claro “spoiler”: la conversación final entre Wade y James es una maravilla. De una trascendencia realmente sorprendente.
En resumen, una grandísima película de ciencia-ficción, aventuras, acción, efectos especiales… que no se queda en eso, sino que profundiza, de una forma muy acertada, en determinados aspectos de nuestra sociedad actual y de la nueva sociedad virtual cuyos primeros pasos estamos viviendo.
Por último, hay varias escenas ante las que no hay más remedio que quitarse el sombrero y reconocer la magia de Steven Spielberg: la carrera que lleva a la primera llave, la búsqueda dentro del mítico edificio que lleva a la segunda, y el ataque al castillo de Anorak, tanto dentro como fuera de Oasis. Especialmente la segunda es una absoluta maravilla. Solo por esa terrorífica escena, merece la pena ver toda la película.
P.D.: no se puede uno despedir sin recordar el personaje de Ogden Morrow, el amigo y antiguo socio de Halliday. Es muy secundario, pero esencial en la genial, para mi gusto, resolución de esta espectacular obra de cine de autor que, sin duda, hay que ver.