Conducirnos a la Luna
- Llamas, J.M.

- 15 ago
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Actualizado: 7 sept

Al papa Francisco, el lunático
que puso en el centro al Lunático.
(¡Gracias, Carlos Domínguez!)
Las garras del narcisismo
y sus máscaras ladinas
rodando por la colina
nos lanzaron con sadismo.
Ateridos por el frío,
y sin retorno posible
frente a la boca temible
de un pasadizo sombrío,
dejados a nuestra suerte,
unámonos mano a mano,
penetremos en la muerte,
las hermanas, los hermanos,
débiles que se hacen fuertes,
distantes que son cercanos.
Proscritos de las Afueras
anhelando amaneceres,
mostrándonos los quereres
de esperanzas verdaderas
bajemos, todos a una,
a donde nadie se atreve,
porque allí vive Quien puede
conducirnos a la Luna.
Lunático de la entrega,
loco de misericordia,
demente de la concordia,
el Mar de la Paz navega,
y nos recibe, grumetes,
para vencer al violento
dando la vida en el brete
de alentar al sin aliento,
de abrir todos los grilletes,
de ser libres como el viento.




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