top of page
  • Foto del escritorLlamas, J.M.

El salto mortal



Si quieres tener este cuento como libro electrónico, aquí abajo está.


El salto mortal
.epub
Download EPUB • 142KB




«Hoy me he levantado dando un salto mortal,

iba a cogerme un pedo que iba a ser pa reventar,

luego iba a ir de jaleo, trono aquí, allí procesión,

pero la cosa se ha puesto que acojona un montón

y estoy viendo (verás tú con la tontería…)

que esta noche… ¡no voy a pasármelo bien!».

Basada en Hombres G, Voy a pasármelo bien.



«Saldremos mejores».

Común de mentiras e idioteces.





Dedicado a los que están

intentando volver a dos mil diecinueve:

ánimo, y que el guarrazo os sea leve.






Era una mañana cualquiera de un día cualquiera de primavera del año del colapso, y Gerti esperaba en una esquina cualquiera a su amiga Adi, que no era una cualquiera.


―¡Buenas tardes! ―gritó, sacudiendo el brazo, cuando la vio aparecer al fondo de la calle.

―Hola ―respondió Adi, muy seria, con su vestido gris a trazos negros, sus uñas pintadas de negro, su mascarilla negra, su rostro blanquecino y su melena azabache recogida en dos largas coletas con cintas negras.


Se encontraron y se saludaron con una inclinación de cabeza.


―Vamos a comprar. ¡Necesito comprar! ―exclamó Gerti, frotándose las manos.

―Lo único que necesitamos comprar es un ataúd ―contestó Adi, cruzando los brazos―. O una urna, si queremos que nos incineren.

―¡Vamos, no seas aguafiestas! Hay que divertirse. ¡Hay que divertirse! ¡Voy a pasármelo bien!

―Bromas aparte ―repuso Adi, sonriendo bajo la mascarilla―, no necesito nada. Y me parece que tú tampoco, ¿verdad? Esto se va a la mierda, y tú solo pensando en comprar y divertirte. Me pregunto si sabes en qué momento estamos.

―¿Y qué quieres? Yo ya he decidido olvidarme de la triste realidad y pasármelo pipa. ¡Disfruta de la vida!

―Yo disfruto la vida, pero la vida es sufrimiento. Te lo digo por si todavía no te has enterado ―le contestó Adi, tras un suspiro―. Mírate: parece que estés viviendo en un after con la banda sonora de una peli Disney puesta a toda voz.

―Oh, me encanta Disney. ¡Venga, vamos a ver Sonrisas y Lágrimas! Hace tiempo que no la veo, y me encanta. Esas canciones… me dan la vida. ¡Do, dorado como…!

―Yo lo único que veo son lágrimas. Lo de las sonrisas me suena ahora mismo a cinismo o estupidez. Y ver una película Disney me parecería la peor condena del mundo.

―¡Mira que eres negativa, tristona!

―No soy negativa. Soy realista, y contagiosa, te lo advierto. Sonrisas y… ¡Espantos y aullidos, el horror!

―Qué cosas tienes… Vale, dejamos lo de la peli. Pero a esto seguro que no puedes negarte: ¿te vienes luego, por la tarde, a aplaudir al pregón cofrade? Tengo unas ganas…

―Oh, sí, claro. Aplaudir a un tipo engominado con chaqueta y corbata que cocina un soufflé de palabras huecas con mousse de incienso revenido y crêpes al alcanfor. Lo siento, pero no. Prefiero lo de la película Disney.

―¡Venga ya, mujer! Estos pregones son muy elegantes. Y honorables. Y esa grandeza que muestran cuando juegan con el lenguaje… Además, quien lo da este año es una persona importante e influyente, ¿sabes?

―Elegancia, honor, grandeza, jugar con el lenguaje, persona importante, influencia… Todo muy horripilante. Peor que una muerte a pellizcos. También será rico, ¿no?

―No te comprendo. ¡Pero si a ti te encanta ir a rezar delante de las imágenes!

―¿Y?

―No sé. Que te guste una cosa y odies de esa manera la otra, la verdad, no lo entiendo.

―Es fácil. Verás: las imágenes a las que rezo me recuerdan que Dios es de los míos: perseguido como un ladrón en mitad de la noche, azotado, crucificado, muerto, sepultado. Los pregones… En fin, tú lo has dicho: elegancia, honor, grandeza, riqueza, fama, palacios, reverencias, escudos, medallas, aplausos, soberbia vaciedad… ¿Sigo?

―Me dejas de piedra. Nunca lo había visto de esa forma. Vale, vale, pasamos del pregón si te molesta tanto. Pero mira, una cosa no quita la otra: tenemos que volver a lo de antes. Divertirnos como antes de que ocurriera toda esta desgracia. Ahí está la clave. ¡Di-ver-sión! ¡Di-ver-sión!

―Eres muy tonta. Ya no se puede volver a lo de antes. Aunque eso tampoco es nuevo: nadie nunca ha podido volver a ‘lo de antes’. Siempre caminamos hacia el futuro, y nuestro futuro más próximo, lo quieras tú o no, es una cañada oscura. Con arañas y ratas gigantes, me permito añadir. Este mundo se desinfla, y yo prefiero acompañar a los míos.

―Qué negatividad. De verdad que no te entiendo. Estás depresiva perdida. Te das cuenta, ¿no?

―Oh, no. Estoy muy bien de ánimos. ¿No me ves? ―replicó Adi, bajándose la mascarilla y mostrando una sonrisa que heló la sangre a Gerti.

―Brrrrr… Vale, no sigas por ahí, que me das repelús. Entonces quieres que vayamos con los tuyos. ¿Y se puede saber quiénes son los tuyos? Por hacerme una idea.

―Pues eso, los míos. Y los tuyos también, si quieres. Lo sabes muy bien: los que están representados en lo alto de esos tronos que los sofistas a los que me invitas a aplaudir describen como si fueran recuerdos añejos que van a ser subastados por una empresa al mejor postor.

―Ahora sí que me he perdido. En serio. ¿De qué estás hablando? ¿Quiénes están representados en lo alto de…?

―Los descartados. Los que no cuentan. Los últimos. Los abandonados por los que se sientan en los primeros puestos. Las víctimas de este apagón que han provocado los vampiros que solo piensan en divertirse a costa de los demás.

―Los descartados. Vale, Adi: a mí esos me dan mucha lástima, como a ti. Yo también les ayudo, ¿sabes? Procuro tener caridad con ellos y esas cosas. Pero te lo repito: todo eso no tiene nada que ver con que nos divirtamos a tope. ¡La vida es disfrute: comer, beber, beber más, fo…!

―Perdona que te corrija, pero a mí no «me dan mucha lástima», como si fueran un tuit al que se le pulsa «me gusta» y se te olvida al momento. Son mis hermanos. Y mis hermanas. Y no te vayas a creer que no me divierto. Lo que pasa es que prefiero divertirme junto a ellos. Así que si quieres, vente. Y si no, disfruta del soufflé de ventosidades, y déjame con los míos.

―Pero qué cortarrollos eres, en serio. ¿De verdad no crees que la vida sea pasárselo de vicio?

―Pues no, te lo digo en serio. Y si tú sigues creyendo que los días que tenemos por delante se resumen en ir de fiesta en fiesta lo vas a pasar muy mal en los tiempos que nos llegan. Vivir de verdad es entregarse, en medio del sufrimiento. Y eso no es algo que me esté inventando yo ahora mismo: cada vez que voy a rezar lo veo delante de mí, mirándome y enseñándome a darlo todo. Pura rebelión. Te lo repito: el castillo de naipes que habíamos montado se está desmoronando en medio de este vendaval, y no va a volver.

―Me pones la carne de gallina. De verdad, eres una amiga horrible. Decirme esas cosas cuando solo trato de animarte, qué bajonazo. Si no quieres venirte de fiesta no hace falta que me jodas la tarde, por favor. No me han quedado ganas ni de aplaudirle al pregonero. Ahí te dejo con tus negruras góticas ―gruñó Gerti, a modo de despedida. Caminó hacia delante con el ceño fruncido. Al pasar por un escaparate de una tienda de electrónica, un pitido ronco la alarmó. Miró hacia dentro. En las pantallas que había al otro lado del cristal aparecieron unas palabras en negro sobre fondo rojo: «Breaking News». Se quedó pasmada, y escuchó con atención.


» Últimas noticias. Nueva subida del precio de los carburantes y la electricidad, acompañada de una alarmante caída en todos los índices bursátiles europeos. Como hace unos meses, se espera que en las próximas semanas haya escasez de productos básicos en tiendas y centros comerciales. De todas formas, la recomendación firme y clara para la población sigue siendo esta: que no cunda el pánico. Es solo otro momento de debilidad, pero los expertos creen que la recuperación llegará a medio o largo plazo. Saldremos mejores.


Gerti abrió mucho la boca. Miró su móvil, al que comenzaban a llegar mensajes a borbotones a través de todas las redes sociales.


―Pero… ¿No estábamos volviendo a dos mil diecinueve? Yo… no me lo puedo creer… Yo solo quería… ser feliz…


Volvió la cabeza y dirigió su angustiosa mirada a Adi, que se encogió de hombros.


―¡Ya te lo he dicho, amiga! ¿No ves cómo ceden los cimientos de esta casa edificada sobre arena, y todo se convierte en ruina? En fin: si quieres sigue a lo tuyo, de fiesta en fiesta, olvidándote de la realidad, que es así de macabra. Aunque la realidad te encontrará más tarde o más temprano, por muy bien que te escondas: acuérdate de aquella historia que leímos una noche a la luz de la luna, La máscara de la muerte roja... Peeeeero si no quieres seguir haciendo el tonto, vente conmigo: incluso en medio de la tormenta y la cañada oscura, la vida es toda una aventura cuando la compartes con los que sufren, con los crucificados. A mí eso me hace feliz, aunque no sea divertido. O a lo mejor sí: ¿quién sabe?



42 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page