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Estrategia de Mantenimiento

Actualizado: 1 may 2021


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El entrenador salió al campo con traje y corbata, zapatos de vestir, iphone y pelo engominado, y saludó al equipo con su seseante deje.

- Buenos días, jugadores. Hoy es mi primera jornada al mando de este equipo. Sabéis que he venido para darle la vuelta a la situación actual, y ¡cómo quisiera que estuviera ya todo cambiado! Aquí habéis estado jugando, por decirlo con palabras comprensibles para la mayoría, a tontas y a locas, y yo me propongo imprimir un nuevo estilo, más acorde con lo que creo que debe ser el gran club de fútbol que sueño. Para que me entendáis mejor, lo explicaré con una dinámica a la que llamaremos “Juego de la Estrategia de Mantenimiento”.

- Perdón, míster, ¿ha dicho usted “Mantenimiento”? -preguntó uno de los avispados mediocentros.

- Eso he dicho -contestó el entrenador-. Aunque, para tu información, no me gusta que me llamen “míster”. Creo que es poco digno para el cargo que me toca ocupar. Prefiero “Señor”.

- Vale, míster. ¿Mantenimiento de qué? -volvió a insistir el mediocentro.

- “Señor”. Te lo repito. Mantenimiento, por supuesto, de lo imprescindible para poder hacernos cargo holgadamente de nuestras funciones. Ni más, ni mucho menos más. Eso de jugar al toque, lanzarse al ataque y contragolpear inesperadamente, cosa que acostumbráis a hacer, es una torpeza. A partir de este momento vamos a defender, ante todo, el puesto propio. Parar los balones que lleguen. Retener el esférico el mayor tiempo posible. Jugar en nuestro campo. Delimitar nuestra parcela, y controlarla hasta el límite.

- Perdone, míster, pero aquí en este pueblo la gente quiere disfrutar del fútbol, y nosotros nos dejamos todas las semanas los riñones para que puedan pasar un buen rato en La Cojuela -dijo el delantero centro.

- Te lo vuelvo a repetir: llámame “Señor”, tengo derecho a ello. ¿La Cojuela? -replicó el entrenador, visiblemente contrariado.

- Joder, el estadio de la ciudad. Todo el mundo aquí lo conocemos como “La Cojuela”, míster.

- ¡La Cojuela! ¡Qué nombre tan indigno! ¡Se llama "Nuevo y Muy Ilustre Estadio Principal", no “La Cojuela”, válgame el cielo! Eso se acabó a partir de ahora. ¡Y no te vuelvas a dirigir a mí como "míster", exijo un respeto!

- “Eso se acabó”, dice el tío -susurró a voces el portero titular al suplente-. ¿Pero dónde se cree que ha venido este míster? ¡Aquí somos así, y jugamos así!

- Oh, eso lo arreglaré yo poco a poco. Ya veréis. Aquí o se entra por lo que yo diga, o se sale por detrás -gritó el entrenador, levantando el dedo índice y mirando desafiante a la plantilla.

- Vale, míster -le respondió el capitán, colocándose justo enfrente-. Hasta aquí hemos llegado. No sé si se cree usted que está entrenando al Madrid o al Barça, pero esto es Jandarria de Arriba, ¿sabe? No vamos a ganar la Liga: simplemente queremos que nuestros vecinos disfruten un poco con lo que hagamos, que bastantes penas tenemos con los sufrimientos de cada día. Total, que si se pone usted así de tontaina y pretende que juguemos a ser "el gran club que sueña", y no sé qué más tonterías, montando un autobús de aburridos defensas delante de la portería en ese Nuevo Estadio Nosequé que dice usted que es el nombre de nuestra pequeña catedral del fútbol, LA COJUELA, se va a quedar más solo que la una pegando berridos aquí. MÍSTER.

Y así, mientras el entrenador nuevo se deshacía en ladridos pretendiendo que la gente del pueblo jugara a lo que él quería, el capitán invitó al equipo a unas birras y se animaron entre todos a competir en el siguiente partido con toda el alma, como habían hecho justo hasta ese día, y como siguieron haciendo a partir del posterior, a pesar de aquel fino señor extraño venido de más allá de las montañas.


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