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  • Foto del escritorLlamas, J.M.

"Mi amigo el gigante". Steven Spielberg, 2016.

Actualizado: 18 feb 2021


Cuando se unen dos genios, el resultado suele merecer la pena. Aquí tenemos una historia de Roahl Dahl, el responsable de Charlie y la Fábrica de Chocolate o James y el melocotón gigante, y el director de… bueno, uno de los mejores artesanos de la historia del cine. Eso es precisamente lo que más sorprende de esta película: los efectos digitales son espectaculares, pero bajo ellos se ve una mano artesana que cuida los detalles para que las cosas aparezcan sencillas. Spielberg se mete en la piel de la niña protagonista, y en la del gigante bonachón, una imposible pareja a la que no hay más remedio que querer conforme va transcurriendo su aventura. Todo es “de las Afueras” en esta película: la niña Sophie, la isla de los gigantes y la casa del bondadoso grandullón que la cuida, el palacio de la reina, el árbol y el laboratorio de los sueños…

La historia: Sophie es una niña huérfana. Tiene insomnio, y teme a la oscuridad. Una noche ve un gigante por la ventana del dormitorio del orfanato donde vive. Este la roba, y se la lleva a su isla, un lugar del que nadie había oído hablar, donde la niña tendrá que aprender a sobrevivir en una enorme cabaña, escondiéndose de los demás gigantes, que quieren comérsela. El bonachón que se ha llevado a Sophie es recolector de sueños humanos: los caza en un maravilloso lugar apartado de la isla, y luego los reparte durante la noche, en el mundo de los humanos, procurando que nadie lo vea. Al enterarse de que sus compañeros gigantes quieren comerse a todos los niños de Inglaterra, Sophie y su nuevo amigo trazan un plan para salvarlos. Eso sí: tendrán que contar con la propia reina.

Los valores de esta película: la infancia, la superación de los miedos, la paternidad y la filiación, la amistad, la magia, la bondad, la valentía, el aprendizaje, el buen humor...

Una cinta de cine infantil que merece la pena disfrutar, sabiendo que está hecha al viejo estilo, es decir: la acción transcurre poco a poco, y es más importante la relación entre sus protagonistas que las peripecias por las que pasan. Puro Spielberg, en definitiva, con su tendencia a la añoranza y a almibarar las historias, sin dejar por eso de ofrecer momentos de oscuridad que tocan el terror, para abrir el final a una aventura mágica con guiños a las grandes producciones infantiles del Hollywood del siglo XX. Eso sí: cuidado con los pepinos que cultiva el amigo gigante. Producen unos gases muy extraños.

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