
Si quieres descargarte el cuento en formato de libro electrónico (.epub), haz clic aquà debajo.
La batalla arreciaba. Una densa niebla cubrÃa el monte, donde los dos ejércitos medÃan sus fuerzas y sacrificaban a sus jóvenes. En medio de aquella humareda, dos soldados del ejército invasor intercambiaban algunas palabras, a voces:
- ¡Eh, John! -dijo uno de ellos, el más alto.
- ¿Qué quieres, Jack? -contestó el más bajo.
- Me estaba preguntando algo. Llevo todo el dÃa dándole vueltas.¿Para qué estamos matando gente en este sitio?
- ¡Eh, Jack! No digas que matamos gente. Estamos luchando para libertar a este pueblo de sus opresores. Estamos luchando por nuestro paÃs.
- Estoy hablando en serio, John -dijo Jack.
- Yo también -respondió el otro-. Nuestros enemigos son los enemigos de la humanidad.
- Hay un pequeño problema, John -dijo Jack-. Nuestro paÃs está demasiado lejos, y acabamos de arrasar un poblado de campesinos. ¿Crees que esos pobres trabajadores eran enemigos de la humanidad?
- ¡No me distraigas, soldado! -contestó John- ¡Claro que eran enemigos! ¡Si los hubiéramos dejado vivos, de aquà a unos años estarÃan aprendiendo cómo luchar contra nuestra sociedad! ¡Son un peligro!
- Ya. Asà que son un peligro. ¿Y tú crees que le importa a alguien que tú, o yo, muramos hoy aqu� ¿A quién le van a dar la medalla? ¿A tu novia? ¿A tu madre?
- ¡Oh, no vamos a morir! ¡Vamos a salvar al mundo! -dijo John, levantando aún más la voz.
- Mira, John. Reconozcámoslo: somos unos asesinos al servicio de un asesino. Esta gente no le ha hecho un daño infinito ni a ti, ni a mÃ, ni a nadie en este mundo. Esta gente ha tenido la mala suerte de vivir aquà en el momento en que nosotros hemos llegado a destruir cualquier ser viviente que encontremos, simplemente porque nos lo ha mandado un gobernador injusto a quien no conocemos.
- ¡Pero Jack! ¡Estamos luchando por la paz! -dijo John, soltando su arma y cogiendo a Jack por la solapa de la camisa.
- Está bien, John -contestó Jack-. Si quieres ser cÃnico, allá tú. Yo lo único que digo es que, si piensas un poco y dejas de ser un trozo de carne con un arma que, te recuerdo, ha matado una docena de niños en las tres últimas horas, te darás cuenta de que no tenemos perdón; pero el pecado del que nos ha mandado aquà es mucho mayor. En fin: que yo voy a soltar mi arma, a quitarme este traje de carnicero y a dedicarme a curar los heridos que he dejado en el último poblado. Seguramente me matarán, pero no pienso alzar un arma nunca más. Hasta luego.
- ¡Vuelve, cobarde! -gritó John- ¡Vuelve aquÃ! ¡Te van a formar un Consejo de Guerra!
En aquel momento una bala cruzó su pecho, y John cayó al suelo, fulminado. Jack se quedó un momento mirando, y dijo, entre dientes:
- Te lo dije, John. Mira: nadie se ha preocupado de que hayas muerto. Nadie hay que pueda llorarte. Tú sabÃas, igual que yo, que estamos en el lado equivocado. Nunca se podrá luchar por la paz con un arma en la mano. La paz es otra cosa, mi difunto y violento amigo. Hasta nunca, espero.
Y, volviéndose, desandó el camino y regresó al poblado que habÃan masacrado, dispuesto a usar sus manos para la vida.